Alguien golpeaba la puerta. Eso
fue lo que me despertó.
Miré el reloj y eran las 5:13 de
la mañana de un miércoles.
Estaba muy frío. Las ventanas se habían humedecido. Y no
paraban de tocar a la puerta. Al llegar, miré por el orificio para ver quién
era.
Me sorprendió ver a mi amigo
Diego con un desconocido.
- ¿Diego? A esta hora qué habrá
pasado. Pensé.
A Diego lo conocía de niño. Somos
amigos desde hace 25 años y viene a mi casa con regularidad, pero nunca a estas
horas.
- ¿Qué pasa Diego? Le pregunto.
Al entrar se veía cansado como si
no hubiera dormido y con él venía un hombre de unos 55 años.
-Perdón por la hora, pero
necesitamos tu ayuda. Bueno más bien mi amigo Juan. Me dice.
Los invité a sentarse a la mesa y
a tomar un café.
Mientras preparaba el café, Diego
se me acercó.
-Mi amigo Juan necesita que lo
ayudes. Le conté que tú eres bueno resolviendo cosas raras. Tiene un problema y
sé que tú podrás resolverlo.
Lo miré con asombro. Venían a mi
casa a altas horas de la madrugada para que le resolviera algo. No sabía qué
pensar.
-Le diré a Juan que te explique
con detalles.
Nos sentamos en la mesa y Juan
empezó a contar la situación.
-Mire señor, primero que nada,
quiero que me disculpe por la hora, pero si no fuera urgente no vendría. Le
conté a Diego mi problema y dijo que
solo hay una persona que me puede ayudar.
Mientras hablaba noté que su
mirada se perdía, no me miraba a los ojos, sus manos apretaban su bufanda que
se había sacado, estaba muy afectado por algo.
-Hace cuatro meses a mi oficina
llegó un sobre, sin remitente, sin información de dónde viniera estaba en blanco,
pero su interior tenía esto.
Sacó de su bolsillo un papel que
era una carta y decía lo siguiente:
Todo estaba escrito en rojo como
con una cera o pintura, parecía hecho con los dedos, las letras medían como diez
centímetros de alto y estaban escritas en horizontal al papel ocupando todo el ancho,
pero no había nada más, solo esas letras sin sentido u orden.
Tomé la carta y la miré con
atención.
- ¿Tiene alguna noción de lo que
signifique? Le pregunté
-Nada, solo la vi, pero no le tomé
asunto, bueno por alguna razón la guardé. No me quitó el sueño y la dejé en un
cajón de mi oficina.
-Pero...
-Hay más. Interrumpió Diego.
-Hace un mes atrás me llegó esta
otra carta. Prosiguió Juan.
De su pecho en entre su abrigo
sacó otra carta y la dejó en la mesa junto a la otra.
Decía así:
Esta vez la carta estaba escrita
con letras rojas de diario o de un libro recortadas y pegadas. También como la
otra carta, estaba en horizontal para ocupar todo el ancho de la hoja. El sobre
era blanco, pero no había señales de ninguna cosa.
La cara de Juan estaba mirando al
piso.
- ¿Qué crees que signifique todo
esto? Le pregunté a Juan
-No sé. Solo que...
Dejó de hablar y de a poco empezó
a llorar. Las lágrimas recorrían su rostro y caían a la mesa.
Miré a Diego y este solo mostró
un rostro desencajado.
-Juan, cuéntale el otro punto. Enfatizó
Diego
Miré a Juan y este levantó la
mirada.
-Hace 3 días un amigo íntimo me informó
que mi mujer pertenece a una secta.
- ¿Una secta? Pregunté. Me había
sorprendido dicho detalle.
-Juan, se más claro. Interrumpió
Diego.
-La amo. Y mucho. Hace 2 años que estamos casados, ella es más
joven que yo. Ella tiene 28 años y yo 59. Es hermosa.
-Mi amigo, el que me dijo que
ella está metida en una secta es policía y está investigando al líder de esa
organización. Cuando revisó a sus fieles la encontró a ella. Por eso estamos en
tu casa a estas horas.
- ¿Pero le han mostrado las
cartas al policía? Pregunté
-Si, ese mismo día que supe todo
le pasé toda la información a mi amigo policía y yo no había vuelto a la ciudad
por todo este asunto que me tiene muy preocupado. Ella me pregunta por qué el
viaje se alargó. Solo le contesto que es por trabajo. No había vuelto a la
ciudad y estoy aquí sin que mi esposa sepa nada.
- ¿Piensas que ella está
involucrada en estas cartas? Le pregunté
-No sé, desconozco si me oculta
más cosas ella. Estoy confundido y tengo miedo.
No sabía que decirle, ya que la
policía por lo que entendía no seguía esa línea investigativa de sus cartas y
solo se enfocaba en la organización y el líder de esta. Él estaba en un
callejón sin salida, donde le llegan cartas con signos raros y una información
delicada de su mujer.
-Gracias por compartir esas
cartas conmigo, también puedo entender que la policía no supo cómo descifrar el
contenido y solo se centró en el caso de la secta y sus integrantes.
-Así es. Replicó Juan.
Déjeme verlas por última vez.
Esta vez, tomé las cartas y las
revisé con atención, no había nada en su forma o color. Todo se centraba en el
acertijo, en el código rojo.